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  • Foto del escritorPatricia Díaz Inostroza

Víctor Jara, la voz y la conciencia de la música popular de América Latina


A medio siglo del asesinato del cantautor chileno, su legado se agiganta en la memoria colectiva. “Es la figura que representa a un pueblo herido, pisoteado”, dice la musicóloga Patricia Díaz-Inostroza.

El tiempo y los números, en la música, dan frutos extraños, creaciones mágicas, canciones únicas. En especial en América latina. Ástor Piazzolla lo sabía. Y tituló a una de sus obras más imperecederas “Tres minutos con la realidad”, porque creía que el tango, música ciudadana, era ese mínimo tiempo robado al pulso de la vida cotidiana.


Caetano Veloso con sus manos capturó algo tan inasible como el tiempo. Y lo ubicó junto a la infancia y al canto. “Yo vi a un niño corriendo… yo vi al tiempo”, canta en la metafísica y luminosa “Força Estranha”. Camila Morena, una cantautora contemporánea, encontró en la poderosa “Millones” su camino para convertirse en la principal voz de su generación en Chile. Y como nadie, Víctor Jara esculpió él mismo cifras y tiempo: en su clásico “Te recuerdo, Amanda”, relató ese breve mordisco de 5 minutos que dos amantes le roban a la vida. Son cinco minutos… Para ganar más vida antes de que uno de ellos la pierda. Y, antes de morir, prisionero y torturado en un estadio que con el tiempo llevaría su nombre, compuso su epitafio poético: “Somos cinco mil”.


El tiempo y los números indican que se cumplen 50 años del asesinato de Víctor Jara, el trovador absoluto de Chile y de América. “Te recuerdo, Amanda” continúa siendo una pequeña obra maestra del relato donde con elementos simples –la calle mojada, los 5 minutos, la sirena del trabajo, la lluvia en la cara– Jara compuso una lección de crónica y de narrativa. Una canción política (los obreros amantes que deben retornar a la fábrica), pero sin protesta a la vista, en la que el narrador relata dos tiempos: la muerte en la sierra y el encuentro de los amantes en su descanso laboral.


“Te recuerdo…” es una entre muchas canciones de una obra vasta para lo acotado de su vida, cercenada a los 41 años. Incluso si hubiera sido el único logro de Víctor Jara (dentro de una producción que también incluyó dirección musical, dramaturgia, actuación y poesía), habría pasado a la historia del canto americano de la misma manera que hoy se lo celebra.


Contrario a la mayoría de las canciones de amor, el narrador no es ninguno de los dos amantes. Y, hecho curioso, antes que afirmar, rememora y recuerda. La recuerda a ella, a Amanda. Y es tal la descripción, natural y desnuda, la cámara imaginaria que registra el encuentro de los enamorados Manuel y Amanda, que el oyente casi siente que interrumpe. Una sensación de pudor invade la escucha, no importa que se la descubra por primera vez o que la reconozcamos como clásico.

Patricia Díaz-Inostroza es una reconocida músicologa, periodista, investigadora, docente de composición e interpretación chilena que comenzó aún durante la dictadura chilena. Ella misma fue parte del movimiento “Nueva canción chilena” y escribió, entre otros títulos como El canto nuevo de Chile o Yo no canto por cantar, sobre la música de su país. Siete canciones de amor y un poema, su más reciente libro, indaga sobre el legado de Víctor Jara, desde su secuestro y muerte, hasta las protestas sociales de 2019 que tuvieron a su canción “El derecho de vivir en paz” como protagonista del reclamo popular en las calles de Santiago de Chile.


—¿Cómo describirías la influencia de Víctor Jara en la música, pero también con la memoria chilena y su legado hasta la actualidad?

Víctor se volvió más conocido al mundo desde su muerte trágica y horrorosa. Fue un poeta que cantaba muy profundo pero sin dejar de ser masiva en Chile. Y no lejos de un John Lennon o de Donovan, a quien admiraba, o más tarde un Bono o un Sting. Víctor Jara no tenía prejuicios con la canción inglesa, al contrario: la admiraba. Aunque por supuesto, su primera influencia fue Violeta Parra: “Ella señala el camino”, decía Víctor. Yo diría que su canción era trovadoresca y popular. Es por esto, y por su contenido romántico, sin dejar de ser social, que su repertorio es conocido universalmente y fue interpretado por Joan Baez o Joaquín Sabina. Yo creo que Víctor Jara hacía todo por amor. Más allá de la idea del comunista, de la revolución y de su terrible asesinato, Víctor componía canciones amorosas, donde sí entraban allí la patria, los mapuches, el trabajador, la pareja, los hijos, la revolución. Son canciones de amor.


Su influencia en la música chilena es enorme. Siempre está presente en los jóvenes. Los que llegan a conocerlo, porque no nos olvidemos que es también un cantor “negado”: no es un artista que aparezca de forma natural en un programa de radio. No obstante eso, su repertorio está presente, se lo estudia. Y en el estallido social de 2019 aparecieron sus canciones de forma absolutamente espontánea. Fue como una obligación ética y simbólica que Víctor debía estar en esos momentos. ¿Por qué? Porque es la figura que representa a un pueblo herido, lastimado, pisoteado. Víctor, a pesar de lo que hicieron hacer sus retractores de la dictadura con él, fue intachable. Es una figura a seguir.


—¿Cómo contribuyó Víctor Jara a la construcción de identidad y resistencia durante los años de la dictadura en Chile?

—Yo creo que Víctor Jara estuvo más presente en los artistas del exilio, a través de lo que aquí se conoció como Canto Nuevo (que incluyó literatura, teatro y poesía) que aquí mismo. Estaba presente, sí, pero en las canciones homenaje, discursivamente, en su figura. Fue después que se empezó a agigantar la figura de Víctor. De alguna manera, Violeta Parra estaba omnipresente, porque ella fue la primera. Pensar en Violeta Parra es pensar en la identidad chilena, pero Víctor era el héroe mártir. El nuevo canto de Chile abreva del folklore pero también de la guitarra eléctrica del rock o de cierto clasicismo en, por ejemplo, Quilapayun. En la resistencia cultural y política está mucho más presente ahora que durante la dictadura.

En 1970 en Chile corrían tiempos, como los de hoy, de vísperas de elecciones presidenciales. La población parecía contener la respiración hasta los resultados finales. Y un año antes de aquellos comicios que darían por vencedor a Salvador Allende, Víctor Jara, defensor a toda costa de la Unidad Popular y ya toda una figura consagrada en la música chilena, lanzaba el álbum Pongo en tus manos abiertas… Incluía poesías musicalizadas de Pablo Neruda, Daniel Viglietti, canciones de Pete Seeger (uno de los primeros ídolos de Bob Dylan) y una gema diferente y singular en ese repertorio: “Te recuerdo, Amanda”.


—Jara también fue un maestro de la narrativa y el drama (en el sentido de dramaturgia, acción, habilidad narrativa). Sorprende, por ejemplo, que “Te recuerdo, Amanda” sea una canción política, sin dejar de ser una crónica amorosa.

—Es que “Te recuerdo, Amanda” no es una canción política: es una canción de amor. Allí se cuelan los nombres de su madre y su hija “Amanda” y de su padre, Manuel. Es una canción terriblemente profética, porque sabe en ella lo que le va a suceder a él: “Y en cinco minutos quedó destrozado… muchos no volvieron”. En la biografía de su viuda, Joan Jara, Víctor Jara: una canción truncada, nos enteramos también que él mismo era Manuel. Es tan profética que Joan relata que cuando llegan a Londres los recibe una lluvia como la descrita en la canción. Y la sonrisa de la canción es la de él. Y es una canción que compuso en Inglaterra. O sea, “Te recuerdo, Amanda” es una canción absolutamente plausible y real.

—¿Se pueden elegir las mejores canciones de Víctor Jara?

—Es difícil. Me fascina “Partida” que, valga la paradoja viniendo de un compositor tan poético al fin, es una canción instrumental. Su línea melódica es sorprendente. Y es también, como decíamos antes, una canción fatídica, intuitiva de su muerte cercana. Uno la escucha y uno lo imagina a él, en la partida de Víctor. “El derecho de vivir en paz”, caracterizada por esa introducción impecable. “Cuando voy al trabajo”, que de hecho conocí antes por Mercedes Sosa que por Víctor. Y por supuesto “Te recuerdo, Amanda”, es una canción maravillosa.


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